Comentario
La experiencia mística cristiana tuvo un gran desarrollo durante la Edad Media. Para los místicos, ellos mismos eran una herramienta divina, llevando una vida de virtud y devoción que contraponían, críticamente, a la que llevaban papas y gobernantes. Ascetas y rodeados de un halo de santidad y sabiduría, fueron personajes importantes, siendo pedido su consejo en muchas ocasiones.
Hildegarda de Bingen (1098-1179), abadesa alemana, fue una de las más conocidas. Decía tener visiones apocalípticas y proféticas, que explicaba con símbolos alegóricos. También importante fue San Bernardo de Claraval, quien habló de la unión metafórica entre Cristo y el alma, una unión que explicaba empleando las imágenes del Cantar de los Cantares.
El italiano San Francisco de Asís fue el primer místico con estigmas, practicando un misticismo basado en la imitación de la vida de Cristo. Por último, Juliano de Norwich (1342-h. 1415) habló metafóricamente de Cristo como madre y explicó el carácter infinito del amor de Dios.